Un caso de reencarnación, por Jordi Griera.
La madre de mis hijos, Mariona, tenía sueños recurrentes desde que nos habíamos casado, hacía quince años. Por la mañana me decía «esta noche he tenido uno de esos sueños» y me lo contaba. Eran de un realismo inusual, no siempre era el mismo, pero tenían elementos comunes que los situaban en ambientes de unos siglos atrás.
En unos ella llevaba unas cartas secretas por calles desiertas, de noche y sin luz; creía que eran para unos conspiradores, porque se escondía. En otros, veía una cripta de una catedral con estatuas de mármol blanco, o se veía bajando escaleras para entrar en una iglesia románica grande y oscura, adornada con unos damascos extraordinariamente ricos; o estaba en un claustro, o en una peregrinación a pie por la ribera de un río, con asnos y vestida «muy antigua y sencilla», atravesando el río, durmiendo en una cueva del camino, pasando cerca de un volcán inactivo, etc. Otras noches soñaba que iba por las calles de un pueblo con casas de color ocre, como las del Piamonte o Lombardía. También recuerdo que hablaba de una ermita dedicada a la Santísima Trinidad, situada en un valle entre tres colinas.